De las capacidades y grandes aciertos del gran Dying Light, una de las más destacables era la posibilidad de ver tan lejos como el entorno nos permitiese, y en uno de esos brillantes escenarios de la ciudad Harran se erguía el imponente estadio polifuncional, que solo pudimos desear visitar, impedidos por obstáculos estratégicamente ubicados en todos los accesos posibles.

The Bozak Horde es un pequeño evento embutido en esta espectacular estructura de mundo abierto y parkour, donde caemos en manos de un psicópata que nos despoja de todos nuestros artilugios -manteniendo el nivel y las skills de nuestro personaje- y nos obliga a cumplir con varios objetivos de tiempo limitado -lo que conocemos como “trials”- dentro del estadio, para poder escapar de este peligroso laberinto y quedarnos con una interesante recompensa.

Es algo así como “Dying Light en una baldosa”, un brebaje concentrado de todo lo que la experiencia original ofrecía -parkour, vértigo, combate, armas y bosses-, a una velocidad insostenible, y con una empinada curva de aprendizaje. La idea es hacer uso y abuso -a la vez que gambeteamos a la frustración- de la prueba y el error, hasta poder dominar cada uno de los pasos que nos requiere este maniático que está en control de toda la situación.

Cada paso cuenta con diferentes desafíos, comenzando por desactivar bombas, pasando a matar zombies Virales, corriendo postas, saqueando Bolters, eliminando Toads, danzando con Goons, y terminando en una hecatombe que dará su cierre enfrentándonos a un imparable Demolisher, todo acompañado de unos insoportables Biters comunes que harán todo lo posible por quedarse con el protagonismo frente a sus pares más habilidosos.

Esto de concentrar un juego de 18 horas en una carrera de tan solo 40 minutos también nos deja a mano el catálogo completo de posibilidades de entorno que nos presentaban las dos grandes ciudades que visitamos durante la campaña, donde rápidamente deberemos desplegar nuestras habilidades de parkour, el slide, el combate, la natación, la tirolesa y el dodge. El DLC da por sentado que hemos estado sumergidos en este mundo la cantidad de tiempo suficiente como para estar listos para la vorágine que propone, y no se anda con vueltas.

Está pensado como un segmento lo suficientemente difícil como para requerir de un equipo de cuatro jugadores, lo que lo convierte en una máquina de tortura para cualquiera que se atreva a encararlo en solitario, aunque no es algo imposible de dominar. Su espíritu lineal propone que memoricemos cada una de las partes hasta poder llegar al final del asunto, y para quienes logren los mejores tiempos existe un ranking global, al estilo de los trials de Mirror’s Edge.

A pesar de estar todo pre-programado y no contar con eventos aleatorios, nada impide que volvamos una y otra vez, para mejorar o compartirlo con amigos, porque tiene ese irresistible efecto Super Meat Boy, en donde no nos permitiremos abandonarlo hasta lograr demostrarle a Bozak que somos merecedores del premio. La velocidad con la que se juega ayuda a alcanzar a esta sensación, ya que no nos permite razonar demasiado acerca si hay elementos que ya jugamos miles de veces o cierto objeto lo hemos visto en otro lado.

También es una buena invitación para experimentar lo sólido y prolijo que ha quedado Dying Light luego del lanzamiento, con una notable mejora de rendimiento, ajuste de bugs, y ahora, con la posibilidad de utilizar la herramienta de modding para que la propia comunidad le siga extendiendo la vida. Bozak Horde no solo es un pedazo más de juego, sino que resulta en una especie de monumento en honor a todo lo alcanzado y sirve como degustación para que nuestros amigos puedan comprobar si les puede llegar a interesar el paquete completo.

Que sea corto no significa que Techland haya escatimado en trabajo, y prueba de esto es el brillante diseño del mapa. Tanto en su diagrama y flujo de la acción, como en el modelado de los gráficos, el estadio de Harran es un escenario digno de ver, que si no fuera porque el tiempo siempre se acerca rápidamente a cero, nos podríamos pasar un buen rato admirando cada uno de sus rincones, desde el estacionamiento, pasando por las galerías, hasta llegar al derrumbado escenario central. Los efectos de partículas y polvo vuelven a ser un elemento fundamental y efectivo en la tarea de erguir una ambientación inigualable, agregándole ese condimento natural a todo el evento.

La impresión general para quienes esperen más de esta franquicia, y sobre todo para los dueños del season pass, puede que esté muy alejada de las expectativas, pero solo hace falta probarlo para entender que tiene mucho sentido y encaja perfectamente en el mundo abierto del juego. Su nivel de desafío y el gran trabajo de producción también justifica la compra por separado, ya que los diez dólares que cuesta y su importante rejugabilidad, son la excusa perfecta para condimentar lo que ya era una gran aventura.

Dying Light: The Bozak Horde DLC - Review
Historia60%
Gameplay85%
Gráficos85%
Música y sonidos80%
Multiplayer80%
Lo bueno:
  • Alto nivel de producción
  • Muy desafiante y vertiginoso
  • Todo lo bueno de Dying Light en un compacto
Lo malo:
  • La primera impresion es una gran frustracion
  • La necesidad de seguir intentando hasta completarlo puede arruinar vidas personales
78%Nota Final
Puntuación de los lectores: (4 Voto)
71%

Sobre El Autor

Edición y redacción. Diseño.

Temperley. Buenos Aires. Argentina

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