La sensación de “esto ya lo jugué” que nos acompaña durante los primeros veinte minutos de juego desaparece rápidamente al desarrollarse las primeras muestras de acción dentro del fantástico Blind Forest. Y es una sensación totalmente justificada.

Ori and the Blind Forest es un juego clásico en todos sus aspectos. Incluye una historia fantástica clásica, el héroe y los villanos están construidos en base a estructuras clásicas que conocemos de toda la vida, y el género -un metroidvania- es uno de los más clásicos de la industria. Pero en este caso, “clásico” no significa que sea “genérico”, sino que es clásico de la misma manera que lo es una buena canción de rock, una buena novela o un tradicional vino.

Se trata de un metroidvania “de manual” que respeta todos los preceptos de construir una aventura de este tipo, desde el gameplay hasta la manera de trasladarnos por el mapa, pero lo hace de una manera verdaderamente excepcional, siendo uno de los más claros ejemplos de como un buen diseño supera a cualquier gran historia o lindos gráficos. Está desarrollado de una manera tan particularmente conservadora que brilla como si fuera absolutamente innovadora.

Con el respeto de todos ustedes, fundamentalistas de la Master Race, Ori es tan sólido y tradicional que parece salido de la más experimentada de las fábricas de Nintendo, en el mejor sentido de la palabra. Como se puede notar en cualquier Mario o Zelda, Ori presenta elementos de gameplay de plataformeros conocidos por cualquier jugador pero con mínimos ajustes, un sutil refinado, que lo hacen único y muy atractivo. Es tan orgánico y a la vez ajustado que parece una fórmula matemática describiendo una sensación. Nuestro héroe se mueve fluidamente en el entorno, como parte de esa propia naturaleza, y a la vez nos permite predecir cada salto y las consecuentes trayectorias con exactitud, mientras corremos sin obstáculos a través de las distintas superficies.

Ori es uno de los últimos sobrevivientes de un bosque caído en desgracia, que ha perdido la mayor parte de su vida, dando lugar a unos poco seres hostiles que se interpondrán en el camino de nuestro héroe por reparar los daños en las distintas zonas del mapa. Esto hace que en cada rincón del Blind Forest primero nos encontremos con desoladas y tenebrosas áreas, que al ir resolviendo objetivos, se verán afectadas por cada uno de los cuatro elementos que deberemos recuperar.

Pero el mayor obstáculo de Ori no son los otros habitantes de este bosque, sino los intrincados niveles y sus diferentes puzzles de entorno. Nos movemos a través de un enorme mapa que parece un solo nivel pero que se va desenvolviendo a medida que resolvemos situaciones y encontramos habilidades, para después proponer un nuevo recorrido estilo “backtracking”, que no se limita a hacernos pasar nuevamente por el mismo lugar, sino que ajusta algunos parámetros para ofrecer una nueva experiencia.

Cada vez que activamos una habilidad nueva, el juego nos enseña progresivamente a utilizarlas -una vez más, como de manual. Primero nos explica como se hace, luego nos pone diversas situaciones sin peligros, y finalmente, considera que ya debemos haber aprendido lo suficiente y nos tira con todo lo que tiene. Es un juego que a medida que avanzamos, la dificultad crece sutilmente, hasta exigir lo máximo de nuestras capacidades motrices, pero sabe recompensar lo suficiente como para que desarrollemos una relación casi masoquista.

El efecto producido es muy parecido a lo que nos hicieron experimentar Hotline Miami y Dark Souls, no por una injustificada dificultad, sino por la constante sucesión de intentos, que no nos permite abandonar el juego hasta resolver alguno de los problemas. El sistema de salvado de partida aporta a construir esta sensación de frustración mezclada con adicción, ya que nos deja salvar en cualquier parte del mapa, a cambio de una de nuestras orbes de energía, y a la vez nos permitirá subir de nivel alguno de los tres árboles de mejoras. Con esto nos aseguraremos de volver a empezar justo antes de esa parte que nos cuesta sortear, y repetiremos la secuencia las veces que nos haga falta.

El mayor atractivo de su diseño está en como Moon Studios supo desarrollar una experiencia que se renueva constantemente y reinventa las mecánicas del gameplay. Desde sus inicios como plataformero tradicional, Ori pasa por diversos e interesantes cambios, como varios momentos bajo el agua, el uso de físicas tanto de objetos como de enemigos, wall jumps y saltos dobles, y el aprovechamiento de corrientes de aire que nos harán trasladarnos a través de enormes secciones de mapa sin siquiera tocar el suelo. No podían faltar cosas muy originales como la gravedad invertida y hasta los saltos laterales, que pondrán a prueba a nuestras capacidades cognitivas.

El costado acuático de Ori merece un destacado especial, ya que se mueve a través de laberínticas cuevas subterráneas como si fuera su hábitat natural, manteniendo las mismas habilidades que en tierra. Moon Studios ha logrado convertir a los odiados niveles de agua en una experiencia placentera y desafiante, sin volverse nada frustrante, con escenarios brillantes, muy agradables de ver.

El Blind Forest también brilla con personalidad propia. Contrastando con lo minimalista y casi genérico del diseño de Ori -simplemente simbolizando a un ser nacido de la propia naturaleza del bosque- estos entornos han sido materializados, con una enorme cantidad de detalles, mediante un excepcional arte que simula pintura a mano y el uso de excelentes efectos de luces. Todo está constituido en base a varios planos de scroll, tanto frente como detrás del plano en donde sucede a la acción, gracias a las sorprendentes y enormes capacidades del motor Unity 5, que ha sido utilizado de una manera similar a la del motor UbiArt de Ubisoft, el cual ha dado vida a bellisimas obras como Rayman Legends y Child of Light.

Gracias a los niveles de trabajo que ofrece el popular motor gráfico, Ori and the Blind Forest corre como un juego en dos dimensiones pero ha sido desarrollado en gran parte con polígonos, y gracias a las acertadas decisiones de diseño, se lo ve como si fuera obra del tradicional estudio de animación Studio Ghibili. Esta estructura de gráficos también ha permitido desarrollar una enorme optimización, logrando mantener los preciados 60 cuadros por segundo en todo momento, por más objetos, efectos alpha y motion blur que aparezcan en pantalla. Parece ser algo lógico para un juego que se ve desde un solo plano, pero el maravilloso apartado gráfico no deja de sorprender en todo momento y parece poner en peligro la estabilidad del rendimiento.

Sin lugar a dudas, este es uno de los juegos más exquisitos que se han desarrollado en los últimos años. Su espectacular diseño, sus constantes desafíos, la excelencia en gráficos, lo refinado de los controles y el ajustado balance entre dificultad y frustración, lo convierten en una de las pocas experiencias que no hay que perderse como amante de los videojuegos.

Si hubiera aparecido en otra epoca de esta industria, donde no todo el tiempo se corría atrás de los nuevos lanzamientos, y nos permitía jugar y rejugar a joyas de este calibre, estaríamos hablando de Ori tanto como se habló del fontanero de bigotes o el puercoespín azul.

Ori and the Blind Forest es tanto arte como excelencia de desarrollo, uno título nacido con genética de clásico que nadie debería perderse, y si existe algún tipo de responsabilidad como testigos de esta industria que queremos tanto, es la de recomendarlo a cada uno de nuestros amigos, para que resuene a través de todos los medios y podamos tener más de estas joyas. Gracias, Moon Studios, y gracias -ehem- Microsoft por darnos semejante maravilla.

Ori and the Blind Forest - Review
Historia80%
Gameplay100%
Graficos90%
Musica y Sonidos80%
Lo bueno:
  • Inigualable experiencia de plataformas
  • Deslumbrantes gráficos
  • Constante reestructuración de gameplay
Lo malo:
  • Absolutamente nada
100%Nota Final
Puntuación de los lectores: (19 Votes)
90%

Sobre El Autor

Edición y redacción. Diseño.

Temperley. Buenos Aires. Argentina

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